
La Música y el Cerebro
La música ha recibido un foco de investigación sin precedentes en las ciencias del cerebro en las últimas dos décadas (Thaut, 2005). Se han hecho muchos estudios sobre como la música afecta el cerebro. La investigación emergente ha mostrado que el aprendizaje de la música a largo plazo puede ser un simulador fuerte para cambios neuroplásticos, tanto en un cerebro en desarrollo como en un cerebro adulto. Hacer música, crea demandas únicas en el sistema nervioso, dirigidas a un fuerte acoplamiento de percepción y acción mediadas por regiones de integración sensorial, motriz, y multimodal, distribuidas por todo el cerebro. Además, escuchar y hacer música, provoca el movimiento, mejora y aumenta la comunicación y la interacción entre sujetos, y es considerada y experimentada como una actividad jubilosa y útil (Schlaug, 2009).
Tres hallazgos importantes:
1) Las áreas del cerebro activadas por la música no son únicas para la música, sino que las redes que procesan la música, también procesan otras funciones. Las áreas del cerebro involucradas en la música, también están activas en el proceso del lenguaje y el habla, la percepción auditiva, la atención, la memoria, el control ejecutivo, y el control motriz (Bengtsson et al., 2009). La música accede a estos sistemas y los activa eficientemente, y estimula la interacción entre ellos.
2) El aprendizaje de la música cambia el cerebro de manera que las áreas de aprendizaje, auditivas y motrices, crecen e interactúan de manera mas eficiente, y esto significa que la música puede estimular la plasticidad en el cerebro humano, dándole forma a través del entrenamiento y el aprendizaje (Leone, 2001). Esta adaptación plástica tan rápida causada por la música, no está limitada a áreas de la corteza motriz, sino que también involucra circuitos auditivos y auditivos-sensoriomotriz integradores (Altenmuller et al., 2009).
3) Hay conexiones ricas entre el sistema auditivo y el sistema motriz. Esto hace que el ritmo auditivo sincronice automáticamente con el sistema motriz y ayuda a controlar el movimiento y la marcha (Thaut and McIntosh, 2010).
La música ha recibido un foco de investigación sin precedentes en las ciencias del cerebro en las últimas dos décadas (Thaut, 2005). Se han hecho muchos estudios sobre como la música afecta el cerebro. La investigación emergente ha mostrado que el aprendizaje de la música a largo plazo puede ser un simulador fuerte para cambios neuroplásticos, tanto en un cerebro en desarrollo como en un cerebro adulto. Hacer música, crea demandas únicas en el sistema nervioso, dirigidas a un fuerte acoplamiento de percepción y acción mediadas por regiones de integración sensorial, motriz, y multimodal, distribuidas por todo el cerebro. Además, escuchar y hacer música, provoca el movimiento, mejora y aumenta la comunicación y la interacción entre sujetos, y es considerada y experimentada como una actividad jubilosa y útil (Schlaug, 2009).
Tres hallazgos importantes:
1) Las áreas del cerebro activadas por la música no son únicas para la música, sino que las redes que procesan la música, también procesan otras funciones. Las áreas del cerebro involucradas en la música, también están activas en el proceso del lenguaje y el habla, la percepción auditiva, la atención, la memoria, el control ejecutivo, y el control motriz (Bengtsson et al., 2009). La música accede a estos sistemas y los activa eficientemente, y estimula la interacción entre ellos.
2) El aprendizaje de la música cambia el cerebro de manera que las áreas de aprendizaje, auditivas y motrices, crecen e interactúan de manera mas eficiente, y esto significa que la música puede estimular la plasticidad en el cerebro humano, dándole forma a través del entrenamiento y el aprendizaje (Leone, 2001). Esta adaptación plástica tan rápida causada por la música, no está limitada a áreas de la corteza motriz, sino que también involucra circuitos auditivos y auditivos-sensoriomotriz integradores (Altenmuller et al., 2009).
3) Hay conexiones ricas entre el sistema auditivo y el sistema motriz. Esto hace que el ritmo auditivo sincronice automáticamente con el sistema motriz y ayuda a controlar el movimiento y la marcha (Thaut and McIntosh, 2010).